domingo, 11 de diciembre de 2011

Cómo tumbar un coco


El bus para. Una señora gorda con pelo corto y liso, sometido en contra de su naturaleza con plancha, toca el timbre para que el conductor pare la marcha. Con voz coqueta avisa al “sparring” – ayudante del conductor- que debe ayudar a bajar los paquetes y bultos que había subido en Bazurto.

El “sparring”, un muchacho desaliñado, de tez morena, con ojos saltones, cachucha de un club de baseball gringo, y con la fragancia de mil soles, abandona su posición en la puerta delantera del automotor y pasa a la trasera a cumplir con el llamado a la señora.

Mientras realizan el trabajo de descargue, señora y muchacho; dirigí la mirada hacía un hombre de unos 40 años que intentaba tumbar cocos de una palma que media más o menos cinco veces su estatura.

Su aspecto era deplorable, estaba descamisado y descalzo. Una bermuda cubría su cuerpo desde la pelvis hasta las rodillas.

El primer intento lo hizo con un madero que, ni siquiera dando brincos llegó a tocar los frutos de aquella palma. Fueron por lo menos tres intentos seguidos. En el último lanzó el madero en forma vertical, con eso logró siquiera inmutar la inerme pasividad de los cocos.

Miró su alrededor y vio un montículo de piedras en la distancia. Caminó hacía él y cargó entre sus brazos unas cinco piedras, todas ocupaban la cavidad que hacían sus brazos y su vientre. Las tiró en el suelo, cerca de la palmera. Tomó una y analizó la trayectoria que tendría el proyectil. Vio que si las tiraba de frente, lo más probable era que rebotaran y terminaran en su cabeza, por eso se hizo a un costado del árbol, de tal manera que las piedras no rebotaran en el tronco, ni cayera sobre un transeúnte.

Lanzó la primera, cayó. No tumbó ni los vestigios de lo que fuera en la primavera un nido de Chupahuevos. Lanzó la segunda, por lo menos rozó una de las ramas de la palmera. Lanzo la tercera, ésta describió una parábola en el aire, como intentando divisar la lejanía en el horizonte llegó hasta lo más alto, y así como subió, bajó sin cumplir su función de turno.

Después de la tercera piedra, los intentos restantes siguieron siendo infructuosos. Rasgaban el aire con alevosía y caían al suelo sin hacer mayor cosa.

Quedaba por intentar treparse al árbol. Analizó los pliegues del tronco, lo abrazó y de una zancada puso sus pies en la parte baja. Inmediatamente resbaló y terminó con los pies nuevamente en el suelo. Comprendió que de esa manera no lograría su cometido.

Ya habían sido muchas terceras veces, sin embargo repetí desde la lejanía, la tercera es la vencida. En su desespero, aquel hombre notó entre la maleza un coco reseco: sol y agua habían hecho que su corteza se endureciera formando pliegues en ella y tornándolo herrumbroso.

El hombre lo tomó entre su mano, lo miró, lo sometió a su tacto, miró hacia el árbol, calculó un máximo de fuerza para hacerlo llegar hasta los frutos. Arqueó su cuerpo, tiró su brazo estirado hacia atrás, y al mejor estilo de un pase largo de rugby lanzó el coco contra los cocos de la palmera.

Se oyó un ligero crujir, cayó uno de los cuatro cocos- en total cayeron dos- de la palmera. El hombre recogió sólo el que estaba apto para consumir. Lo puso debajo de su axila, miró indiscriminadamente su entorno; en su mirada se podía ver el júbilo de la victoria, remató con una sonrisa pícara y partió con su trofeo con rumbo desconocido.

domingo, 27 de noviembre de 2011

La hora en que todos los gatos son pardos

Como si estuviera muerto, era un zombi, uno de los tantos que durante el día yacen en féretros de cartón; acomodados en las ruinas de lo que cualquier día antes que las obras del sistema integrado de transporte masivo Transcaribe comenzara, fue una vivienda o un local comercial, y hoy es el cómodo panteón que protege su paupérrima condición de cualquier agravante.

Su desventaja en la ley del más fuerte -predominante en la vida de la calle- lo obliga a mendigar. Las sobras en las panaderías y restaurantes cercanos a su zona de acción, que no es más allá de dónde sus piernas le den, le proporcionan almuerzo y desayuno, aunque pensándolo bien sólo sería almuerzo, pues se levanta cuando el sol está en pleno esplendor, en lo más alto del firmamento y el calor se hace insoportable en ésta ciudad, hora en que las gentes normales almuerzan. La cena la sustituye por Bóxer, su sistema nervioso se distrae con la “traba” y los gritos del estomago se hacen inaudibles.

Quizás, si es muy atento a las lecciones de sus maestros, su futuro como limpia vidrios o vendedor de dulces-en el mejor de los casos para la sociedad- estará asegurado o tal vez cuente con mejor suerte y conozca a un padrino que lo introduzca al arte del hampa, tendrá una vida digna de capo.

¿De dónde es? Unos dicen que es del interior del país.

- Se vino porque cuando su padre murió, su mamá le consiguió un padrastro que lo maltrataba; un día cansado de su situación subió como polizón a una carga de papas que venía a Cartagena.

Otras versiones indican que es hijo de la miseria de las faldas del cerro de La Popa.

-Es un bastardo que su madre no pudo abortar. La consumación del desprecio que no logro con el aborto se lo dio en vida desde pequeño.

Muchos cuentan sus versiones con propiedad sobre su proceder, todas diferentes. De lo único que se tiene certeza es que llego aquí para quedarse.

El día que lo vi por primera vez, yo estaba en un hospital con un familiar que había llegado de urgencias por un dolor estomacal- urgencia que duró al menos 2 horas para ser atendida- .Eran las doce de la noche, a través de la ventana del hospital vi un chico enteco que caminaba descoordinado, hacia paradas repentinas para inhalar pegante de un frasco trasparente y hacia muecas.

Torcía la boca levantaba las cejas y lanzaba sonrisas por doquier. Sostenía en una mano la botella donde llevaba el pegante y la otra la acomodaba en su cintura. La brisa jugaba con Los andrajos que le cubrían el cuerpo.

A nadie en la sala de espera pareció importarle el paso de aquél Zombi, yo volví la mirada hacia el enfermo que acompañaba y al regresar a la ventana ya no estaba. Se había camuflado entre putas, locos, drogadictos, celadores, borrachos, otros mendigos y personas que a esa hora se confunden entre las sombras y la oscuridad.

Magia para escépticos

Era la media noche cuando caminaba solitario bajo la luz de la luna, rompiendo el silencio con el tacón de sus zapatos de fino cuero negro, Draco Z. Amortem. Se dirigía a su función nocturna en un bar Masón. Draco es un hombre muy audaz, vestía muy elegante y su excelente dicción junto con su irresistible voz, le permitían engañar a las personas, era por ello que se había convertido en un mago.

Cuando llegó al lugar, sus espectadores lo observaban con absoluta desconfianza. Draco miraba fijamente a su público con una sonrisa sarcástica en su rostro, mientras que algunos espectadores gritan: ¡lárgate! En este lugar tus trucos no funcionaran.

Empezó diciendo – yo no soy un mago… fracaso muchas veces en mis trucos, los nervios me atormentan...Mi voz se enreda, definidamente no soy un verdadero mago. Será mejor entonces que vayas a engañar a tu abuela porque aquí seguirás fracasando – dijo un espectador,seguido de aquel comentario se escucharon carcajadas de todo el auditorio.

- Dejen de reírse… esto no hace parte del espectáculo – dijo Draco. – no sé porque acepte venir aquí.

- Porque eres un imbécil – dijo alguien del publico.

Inmediatamente Draco abrió su saco y tomo una pistola, la cual siempre carga. ¿Quien me llamo imbécil? – preguntó. Esa pistola es falsa – se escucho en el fondo del auditorio. Al enterarse esto, Draco cargo la pistola e hizo un disparo al aire, rompiendo el tejado y con mirada amenazante preguntó – ¿Alguien quiere verificar si es un arma falsa? El auditorio simplemente respondió con un silencio.

Después de este pequeño incidente – dijo – terminare mi monologo: la magia se ha considerado una práctica imposible, pero en realidad es una destreza muy fácil de realizar, hoy en día cualquiera puede ser mago. ¿Alguien del auditorio quiere intentar lo posible que puede serlo?

El auditorio, luego de la amenaza anterior,había quedado en silencio, y sin ánimos de participar en el espectáculo. Draco frustrado por tener un auditorio que no participaba paralelamente con él, nuevamente saco el arma y con lágrimas en sus ojos dijo -- ¿nadie?... ¿como seré un gran mago? – Luego con un fuerte grito continúo diciendo -- ¡si nadie en este maldito auditorio no participa de mi espectáculo!; acompañado del siguiente disparo, pero esta vez en una botella de champaña que se encontraba en una mesa.

¡Eres un psicópata!... ¿como carajos te permití entrar aquí? Sal de mi bar ipso facto! – dijo William Arévalo el dueño y propietario del bar.

Draco muy enojado lo apuntó con el arma y le dijo – y si no quiero… ¿Qué? Luego le disparo dejándolo inmóvil en el piso. El susto se apoderado de los espectadores, a tal grado que ninguno era capaz de mirar si William había muerto.

Para mi siguiente truco necesito un voluntario… aunque si no lo hay, podría seleccionarlo – dijo Draco con un tono de voz muy agudo. Yo… -- dijo un joven con voz entre cortada por el miedo. Excelente – dijo Draco con una sonrisa.

Draco invito al joven al escenario, ligeramente lo abrazo y le dijo – usted ha sido valiente, pero ¿Por qué acepto ser voluntario de un mago que parece un psicópata asesino?

- Porque hace parte del espectáculo – dijo el joven.

- Estas muy equivocado… esta arma la utilizo con las personas escépticas a la magia – dijo Draco

- Si usted lo dice... – dijo aun más nervioso que antes.

- ¿Cuál es tu nombre?

- Jerry Suárez

- Que bonito nombre, lastima que nadie mas te llamara de esta noche, porque hoy te asesinaré.

- Pero… ¿por qué? – preguntó Jerry muy agitado

- Qué sorpresa… un espectador que no quiere morir ¿Quieres morir?

- No señor...

- Lo pensaré… pero tengo malas noticias, alguien tiene que morir hoy ¿quieres que sea yo?

- Tal vez... – dijo mientras le temblaban las piernas

- ¡Tal vez! – grito Draco mientras se reía a carcajadas – no muchacho, yo no puedo morir… soy el anfitrión.

- Entonces quien morirá señor… - dijo el Jerry

- Jerry, se ve que eres una persona buena, pero escéptica a la magia. Así que te daré una gran oportunidad para matarme – dijo Draco mirándolo a los ojos

- Usted esta loco… ¿Cómo voy a matarlo? – dijo Jerry muy alterado

- En mi arma solo tengo una sola bala, que te parece si… ¡jugamos a la ruleta rusa! – dijo Draco muy eufórico.

Mientras Draco preparaba el arma, Jerry lloraba en silencio. El auditorio se empezó a murmurar sobre el siguiente acto. Draco estaba girando la manzana del arma sonriente y Jerry lo miraba diciendo no con su cabeza. Finalmente Draco colocó la pistola en la mesa, lista para el juego.

- Tu comienzas — le dijo Draco

- No quiero hacerlo – dijo Jerry llorando

- Entonces te matare a ti...

- ¡Espere! … lo hare, le disparare

Jerry tomo el arma y muy decidido de si mismo, le disparo a quema ropa rogando que su disparo fuera certero para escapar del mago psicópata. Pero su tiro fue fallido y empezó a llorar mas mientras le decía a Draco que no quería morir.

Habían pasado cuatro fallidos intentos, era el turno de Draco. Sonriente él le dijo – sabes lo que significa ¿cierto? El joven muy angustiado y completamente mudo del susto, solo podía afirmarle con su cabeza. Entonces le apunto, inmediatamente el joven se arrodillo frente a Draco y le dijo – no quiero morir, yo creo en la magia, pero dejadme vivir. Draco lo levantó y le dijo – esta bien muchacho… espero nunca dudes mas de los poderes ocultistas de la magia, puedes ir a sentarte, además puedes llevarte la pistola por tu participación.

El joven que se encontraba muy agitado, recibió el regalo y se dirigía caminando lentamente al auditorio, pero su mente se lleno de ira y regreso al escenario para matar al mago. Caminaba hacia Draco mientras le apuntaba, y le dijo: tú eres el muerto. Draco le dijo – veo que en ti todavía queda algo de escepticismo, será mejor que hagas magia tu mismo. El joven Suárez jaló del gatillo y la pistola se quedo en silencio, que demonios – dijo. Luego jaló el gatillo repetidas veces esperando encontrar el tiro certero, pero se llevo una sorpresa cuando abrió la manzana del arma y encontrarse con que no tenía balas. Entonces Draco le dijo – ¿sigues dudando?

Draco el mago, regreso la mirada al público para terminar su monologo – quiero darle gracias primero que todo a mi voluntario estrella, sin él este espectáculo no hubiese sido un éxito. Seguidamente a William por prestarme su bar y permitir realizar los efectos del tejado, la botella de champaña y tu supuesta muerte, gracias Will. Finalmente al auditorio que sin su escepticismo a la magia, este espectáculo no hubiese sido una maravilla.

Después de que Draco hiciera la reverencia final, el auditorio sorprendido por tal espectáculo lo aplaudió por mucho tiempo. Algunos muy sorprendidos, otros llorando del susto, los escépticos mas valientes se lamentaron por haber sido engañados, pero después de ese día, nadie que se encontraba en ese sitio volvió a dudar del poder de la magia.

por: Stefan Bohórquez

jueves, 20 de octubre de 2011

Los lunes me siento mal

por: Daniel Mendoza Benítez

Tanto tiempo libre para el deleite del ocio, que proporciona un domingo de agosto sólo puede servir para que el cuerpo se deje controlar por las tentaciones reprimidas de un sábado de inconsciencia permeado por el alcohol. Zafarse de los brazos de Morfeo entrada la tarde, para sucumbir ante la insistencia perturbadora de Lucifer, en un tiempo en el que el desenfreno carnal es menester de la agitación hormonal y su expresión morbosa, cuestión insaciable.

Todos los domingos esconden tras su ambiente de descanso y compensación física un murmullo de deseos y conspiraciones nocturnas, que toman cuerpo al caer la soledad funesta de un lunes próximo.

Mientras todos duermen, y los que no sufren la pena del insomnio, se manifiestan toda clase de amores fugases. En las sombras, la incertidumbre de una silueta que parece uniforme se diluye y revela la dualidad de una pasión. Estas y muchas cosas más pasan con la complicidad del domingo.

Pero no es el domingo alcahuete lo que perturba mi mente.

Mi problema es con los lunes. Los lunes de decepción, arrepentimiento y reflexión. Ese sentimiento de culpa que la almohada no logra absorber, y que a lo largo del día se manifiestan como duda vaga y persistente –si pudiera devolver el tiempo- pesa como la conciencia sucia y avala la autoreprensión moral; “los miles de arrepentimientos después del placer de haber pecado” carcome todo un día que al final termina siendo ruinas de un instante de provecho que pudo ser.

La semana debería empezar el martes…

El suéter 17

El Suéter 17

Por:Steffan Bohórquez Cuello

Una tarde sentado en los escalones que daban a la entrada de la casa, me sentía decepcionado y un poco frustrado; era nuestra séptima derrota en línea, pensé que la victoria no existía para nosotros, ése era el frio pensamiento que nos habían sembrado los chicos de la otra cuadra; esa tarde Papá llego con un gran regalo para mí, un suéter; lo cual se me hizo muy extraño de él, Papá sólo me daba regalos cuando era mi cumpleaños y cuando me iba muy bien en las calificaciones de colegio; pero no pasaba ninguna de las dos situaciones lo cual se me hizo muy extraño recibir un regalo de parte de él en esa época. El suéter que me dio no era cualquier suéter, aunque cuando lo vi aparentaba ser un suéter normal, era de color gris claro combinado con un azul turquí y una esfera naranja que suponía ser un balón; pero cuando le di la vuelta, tenia estampado el numero 17 con un azul muy resaltante, desde ese entonces se convertiría en El Suéter 17.

En ese entonces, me costaba entender el porqué un suéter común y corriente, tenía un numero estampado en su parte trasera, se supone que los suéteres que tienen números son los de los equipos de futbol, beisbol, basquetbol e incluso vóleibol; pero el mío tenia un numero sin pertenecer a ninguno de estos deportes, entonces me preguntaba insistentemente cuándo debía colocarme este suéter, recuerdo haberlo guardado hasta cuando estuviera decidido, de cual debería ser ese momento en la que convenía colocármelo.

Si mi memoria de infante no me traiciona, recuerdo la vez que me puse por primera vez ese suéter, sentía una rara emoción; me creía como todo un atleta y me preguntaba si el suéter tenía algún poder especial. Una tarde del mes de octubre, mis amigos llegaron a casa a buscarme para que jugara futbol en el equipo de ellos contra el equipo de la otra cuadra, ya que entre nosotros había una gran rivalidad, que sólo se saciaba en la arena; ese día mire El Suéter 17 y no dudé en colocármelo para descubrir que era capaz de hacer con el.

Llegamos al Campito, nuestro lugar de juego; un viejo parqueadero que amoldábamos y lo convertíamos en todo un campo de futbol. Nuestro juego empezaba a las 3:00 Pm, era la hora perfecta porque todos lo autos que se estacionaban en ese lugar no estaban allí; sólo faltaba media hora para las tres; era turno de nuestro equipo buscar los arcos y ponerlos en su sitio para el encuentro, era la séptima vez que lo hacíamos de seguido; después de haber acondicionado el parqueadero en todo un estadio, el partido de futbol estaba por comenzar. El equipo de la otra cuadra llego muy puntal y con mucha arrogancia, todo porque llevábamos una larga temporada sin ganarles y se creían superiores a nosotros, por esa razón era que siempre era nuestro turno colocar los arcos y amoldar el parqueadero.

El juego empezó, me sentía muy seguro de mi mismo, era la sensación que me daba El Suéter 17 y aparte de seguridad en mí, me daba capacidad y muchas ansias de victoria. Ese día ganamos tres goles por dos, el quinto y ultimo gol fue el que nos llevo a la victoria, sin contar que fue anotado por mí y El Suéter 17; mis compañeros de equipo celebraron conmigo y me pidieron que cada vez que jugáramos, procurara llevar el suéter de la victoria, El suéter 17. El ultimo recuerdo de ese día, son las palabras de un jugador del equipo contrario, que decían: “Estábamos tan cerca de la victoria, hubiésemos ganado si ese chico del suéter 17 no hubiese jugado”. Entonces entendí y respondí el interrogante que tenía sembrado en mi cabeza: El Suéter 17 debo colocármelo cuando sea la hora de la victoria.

El querubín.

cámara point and shot. contra picada.

En la ciénaga de la virgen

fotografía con cámara análoga, 20*15. velocidad:600 diafragma: 5